El momento de pedir ayuda a un/a profesional surge cuando la relación ha comenzado a deteriorarse y no se encuentra salida a la situación que vive la pareja. La separación o el divorcio genera un gran sufrimiento, principalmente cuando existen hijos/as pequeños/as fruto de esa relación.
Aunque la norma es que sea un miembro de la pareja el que proponga ir a terapia de pareja, lo cierto es que es un asunto de DOS. Ambas partes deben estar dispuestas a colaborar. En el caso de que sea sólo un miembro el que decida ir a terapia, se podrá trabajar, aunque el impacto en el sistema "pareja" será menor que si acuden los dos.
El problema más común viene derivado de un déficit o un fallo en la comunicación. Normalmente, la pareja entra en discusiones inútiles y destructivas que provocan sufrimiento, sin llegar a ninguna solución.
La terapia de pareja ofrece una guía para analizar con la pareja los aspectos que interfieren en su relación. La inercia de la rutina suele derivar en hábitos perjudiciales para la vida en pareja. La terapia ofrece un espacio de intimidad, en el cual la pareja es libre de sincerarse, pues se acordarán compromisos y pautas que ofrezcan un marco de control.
La duración de la terapia dependerá del problema que presente la pareja. Es importante ser conscientes que los/as pacientes serán los que marcarán el ritmo, los que desarrollarán las pautas entre sesiones, etc.
Los datos existentes indican que alrededor del 75% de las parejas indican una mejora en su satisfacción en la relación.