La magia de la Motivación

Podemos definir la motivación como el impulso que activa nuestra conducta hacia la consecución de lo que deseamos, dirigiéndose para alcanzar nuestros logros. Proviene etimológicamente del latín motivus, que significa movimiento. Precisa poner en marcha la energía necesaria que posibilite el logro del objetivo propuesto y mantener la capacidad y disposición durante el tiempo suficiente para ello. Cuando esto ocurre, nos sentimos mejor, aumenta la sensación de felicidad y adquirimos una mayor confianza.

 

Qué es la Motivación

La motivación no es algo que traemos incorporado genéticamente, sino que se aprende a  través de la educación. Los niños, en las primeras etapas de la infancia comienzan a reconocer sus intereses, a elegir las personas con las que relacionarse, a seleccionar los juegos, por lo que un entorno favorecedor es muy importante para el aprendizaje significativo.

 

Pero no solo existe la motivación extrínseca, a veces, los propios deseos e impulsos internos son los que nos mueven a desarrollar conductas que facilitan lo que anhelamos. La automotivación permite que ejerzamos los esfuerzos necesarios para el aprendizaje sin la necesidad de que los padres tengan que intervenir constantemente para motivar. Hace que surja la iniciativa cuando se identifican oportunidades que promueven el aprendizaje, fija el compromiso que permite la realización de las acciones que llevan a su consecución y mantiene el optimismo para perseverar venciendo las dificultades hasta la meta deseada.

 

La motivación escolar no es algo puntual que los docentes o los padres utilicen como un recurso para iniciar los aprendizajes. Va más allá de la preparación, y afecta a todo el proceso pedagógico implicando la participación activa del niño o alumno. Es importante despertar en ellos la curiosidad, la reflexión y la capacidad crítica. Aprendemos cuando nos planteamos dudas sobre lo que previamente sabemos, cuando nos cuestionamos, estimulándose a continuar, salvando las dificultades.

 

Un concepto importante a considerar es la confianza en nuestras posibilidades, que hace que aumenten las expectativas sobre los resultados a obtener. Por ello, es positivo señalar las habilidades y capacidades de nuestros hijos, hacerles ver que pueden llegar a lo que se proponen, desde el realismo y la objetividad, pero con el entusiasmo necesario que les transmita confianza en ellos mismos.

 

De la misma forma debemos contribuir a forjar la capacidad de reconocer y valorar sus fracasos, ayudándoles a analizar los errores cometidos para que les sirva de estímulo en el continuo proceso de aprendizaje. Si deseamos que consigan sus propósitos debemos enseñarles a: desear con fuerza lo que se quiere, fijar con precisión los objetivos y desarrollar un buen plan-concreto y efectivo- para lograrlo.

 

Algunas orientaciones para los padres y las madres:

 

  • Considerar y valorar las ideas e iniciativas de nuestros hijos. Tener en cuenta sus propuestas haciéndoles ver que nos importa para fomentar su autoestima.

 

  • Promover la autonomía personal y el deseo de realizar actividades por sí mismo.

 

  • Considerar los esfuerzos realizados y no poner el énfasis sólo en los resultados. Transmitirles la cultura del esfuerzo y la perseverancia.

 

  • Facilitar un entorno enriquecedor y favorecedor de los aprendizajes. Contagiar el entusiasmo por aprender.

 

  • Ser equilibrado y objetivo en los elogios y en las críticas. Debilitan tanto los elogios desproporcionados, como las críticas severas e injustas.

 

  • Ayudarles a afrontar y a superar los fracasos.

 

 

 

 

La motivación hace que aumente la curiosidad por conocer, enseña a los niños a esforzarse y a sentir satisfacción por aprender, a comprometerse en el cumplimiento de los compromisos adquiridos. En definitiva contribuye a mejorar su inteligencia emocional y al crecimiento personal.

 

 

 

Rafael Alonso Guerra.

 

Psicoterapeuta de Grupo DICTEA

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