Cuando pensamos en un/a profesional cualquiera de nuestro alrededor no solemos dudar de su capacidad técnica para abordar sus funciones profesionales. Presuponemos con que tiene las habilidades necesarias, las ha aprendido y las ha podido entrenar a lo largo de su experiencia laboral y ya cuenta con ellas. 

Es decir, a la hora de abordar un trabajo damos por hecho que ya se dispone de suficiente capacidad intelectual y destreza técnica para llevar a cabo las  tareas, funciones y responsabilidades laborales.

Pero, ¿es suficiente contar sólo con esa inteligencia más técnica para ejercer bien nuestro papel como profesionales? En los últimos tiempos se ha observado que esto no es así. Para ser un buen o buena profesional también se debe desarrollar la inteligencia emocional. Y esta tendencia no es una moda pasajera, sino que son los datos obtenidos durante más de veinticinco años de estudios empíricos los que confirman la importancia de la inteligencia emocional para el éxito profesional.

Hay evidencias científicas de cómo nuestro cerebro funciona de manera diferente cuando ponemos en marcha habilidades propias de la inteligencia emocional. La neurociencia nos permite explicar porque resulta tan decisiva este tipo de inteligencia.

Además, esta inteligencia emocional que nos permite relacionarnos mejor con nosotros mismos y con los demás, ser capaces de expresar nuestros propios sentimientos del modo más adecuado y eficaz o posibilitar la colaboración en la consecución de un objetivo común, entre otras cosas; constituye un proceso de aprendizaje continuo y mucho más lento que prosigue durante toda la vida, a diferencia del coeficiente intelectual que apenas varía a partir de los diez años de edad.

Las empresas se han dado cuenta de ello y quieren profesionales competentes. Profesionales que gestionen sus propias emociones, con capacidad de trabajar en equipo, con liderazgo, capacidad para adaptarse al cambio, empatía…

Este cambio de paradigma ha hecho que cada vez más empresas inviertan en cursos de formación para el desarrollo de la Inteligencia emocional. Así como ocurre que desde las consultas de psicología se trabaje la inteligencia emocional para mejorar síntomas de ansiedad o estrés, por ejemplo. Ambas intervenciones tienen como finalidad la mejorar de la persona, permitiendo su desarrollo en el ámbito privado y público.

 

Ángeles Benítez Rey

Psicóloga de la Salud- Grupo DICTEA

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