Las altas temperatura del verano, el aumento de las horas de luz y los cambios de hábitos en la época estival afectan a nuestro estado de ánimo a veces de forma positiva y otras no tanto.
La exposición a los rayos del sol contribuye a la aportación de vitamina D, no solo por su relación directa con algunos neurotransmisores como la serotonina (que ayuda a tener sensaciones placenteras) sino también porque reduce las inflamaciones- algunos investigadores asocian estados depresivos con procesos inflamatorios de nuestro organismo-
En sentido contrario, las sensaciones de cansancio, irritabilidad y agresividad aumentan con las altas temperaturas. En varias investigaciones se señalan la correlación entre crímenes violentos y climas tórridos. Otro factor a considerar son las dificultades en el sueño cuando se alcanzan temperaturas por encima de 21 grados.
Sin embargo, en los países del Caribe y del Mediterráneo la tasa de suicidios es menor que en otros lugares que no gozan de tan buen tiempo.
La luz del verano contribuye a que nos activemos, a disfrutar de más actividades al aire libre y sufrir menos estrés ya que habitualmente es cuando disfrutamos de las vacaciones y nuestros hábitos de vida se relajan (menores obligaciones, menor regulación horaria, más tiempo de ocio)
La sexualidad es otro de los factores que se ven afectados por los cambios estacionales. La mayor cantidad de horas de luz estimulan las glándulas que segregan hormonas, motivando una mayor actividad sexual.
Algunos investigadores hablan de la existencia del Trastorno Afectivo Estacional, que consistiría esencialmente en un cuadro depresivo relacionado con los cambios de estaciones. Desarrolla sintomatología de tipo depresivo, principalmente en otoño e invierno, y en menor proporción en verano y primavera. Los principales responsables de este trastorno serían la melatonina y la serotonina que ayudan a regular los siclos de sueño, el estado de ánimo y el nivel de activación.
Las recomendaciones para combatirlo es el aprovechamiento de las horas de luz, para la realización de deportes y ejercicio físico al aire libre, incrementar las relaciones sociales y seguir una alimentación adecuada a las temperaturas.
Por lo tanto, aprovechemos todo o positivo que no aporta el verano, con las precauciones que hemos mencionados cuando las temperaturas se elevan demasiado.
Ya lo dijo John Steinbeck: ¿De qué sirve el calor del verano, sin el frío del invierno para darle dulzura?
Rafael Alonso Guerra.
Psicoterapeuta. Grupo Dictea.
C/ Miguel Rodríguez Piñero, Manzana R-1, portal 8, 1º C
Sevilla 41013
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